Gustavo Malavé
La comunicación es
entendida como el proceso en de transmisión de información de una entidad a
otra. Para quienes poseen la capacidad de hacer que la información que
transmiten sea comprendida, aceptada y asumida como cierta por el receptor, la
comunicación puede ser un gran arma, que en principio debería ser utilizada
para cumplir un rol social. Macerla Farré afirma que “hasta la década de los
ochenta, no existía en la mayoría de las televisiones una lógica empresarial de
la programación. Sin competencia, las televisiones del Estado mostraban una
oferta simple, sin considerar el aspecto persuasivo de la programación”. Sin
embargo, desde hace mucho se tiene conciencia del poder de la comunicación y
cómo ha servido esta de instrumento para a los grupos sociales dominantes para
alcanzar intereses particulares, de orden político, económico, etc.
Basta con prestar
atención a la programación de los medios de comunicación masiva para darse
cuenta la manera en que estos, a través de la publicidad, la propaganda, e
incluso a través de aquellos espacios que se asumen como recreativos y de
entretenimiento, procuran moldear, los gustos y necesidades de los seres
humanos. Sin embargo, el trabajo de la gran industria de la publicidad va mucho
más allá de la simple labor de exacerbar o crear una necesidad de consumo
específica para vender un producto determinado. Los llamados mass medias han hecho posible que un
mensaje llegue a millones de personas, que si está correctamente elaborado y es
lo suficientemente convincente, puede llegar a fomentar valores (o
antivalores), ideologías, transformar las realidades y afectar la visión de las personas en cuanto
a la manera de comprender y vivir la vida, adaptándola a sus propias necesidades
(por lo general, diferentes y opuestas a las de la mayoría de la población).
De esta forma, los mass medias se han erigido como grandes
estructuras de control y dominación de las masas, en manos de los grandes
grupos de poder en todo el mundo, que son quienes finalmente deciden lo que
debe conocerse o no, lo que debe ser considerado verdad o mentira y lo que debe
importar a la mayoría de la población, aún cuando no tenga esto nada que ver
con su realidad personal o lo que ocurre en su entorno. Tal como ocurrió el año pasado, cuando las
grandes agencias de información se dedicaron a promocionar la “boda real” entre
Guillermo de Inglaterra y la Duquesa de Cambridge, algo que se supone no
debería interesar en lo absoluto a los venezolanos; no obstante, escuchábamos
por esos días a unas cuantas (y también cuantos) conversar sobre este
“importantísimo” evento, ignorando por completo que tal vez algún vecino
estaría próximo a dar también un paso similar, o que en el momento en que
compartía el júbilo de la familia real, miembros de su comunidad podrían estar
debatiendo, proponiendo ideas que les permitiesen mejorar su calidad de vida y
organizándose para dar solución a un problema que le afectaba directamente.
Es este el mayor
peligro que representan los grandes poderes de la comunicación, la pasividad y
el aletargamiento en que han logrado sumir a gran parte de la humanidad,
desviando su atención de fines y objetivos trascendentales, como su
organización y unidad en pro de la satisfacción de sus necesidades como pueblo.
Ante esta triste
realidad han surgido iniciativas que si bien no tienen, por ahora, la fuerza suficiente para poner en jaque a estas formas
de dominación, representan una amenaza para el sistema vigente, en tanto
aplican un modelo de comunicación alternativa que muestra a la opinión pública
las realidades de los pueblos, donde son sus carencias, fortalezas y
potencialidades, así como el sentir y pensar de quienes los integran, los
protagonistas del proceso de comunicación.
Los medios alternativos
cumplen un rol esencial en la dinámica social y política de nuestro país. Como
formas de organización en sí mismos, están llamados a promover las experiencias
ya existentes e incentivar el surgimiento de nuevos modelos de integración
entre las comunidades, contribuyendo a reproducir los modelos exitosos; a dar
voz a los que luchan y participan de forma activa en los procesos de
transformación por los que atraviesa cada localidad; están llamados a rescatar
los valores propios y avivar el sentido de identidad; y sobre todo, están
llamados a desafiar el sistema de comunicación burgués y superar el cerco de la
censura, desinformación, alienación y sumisión que este impone. Están llamados
a despertar a las bases populares.
En Centro América,
los medios alternativos dieron desde la clandestinidad ejemplo de resistencia y
de lucha, que aunque costó la vida de algunos de estos luchadores, sirvieron
para despertar la conciencia de muchos pueblos, donde hoy florecen nuevos
modelos que bregan por el bienestar y la reivindicación de los derechos de las
mayorías. En El Salvador, las radios Venceremos,
Farabundo Martí y Voz Popular, sirvieron como brazo comunicacional y
propagandístico para el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional,
cumpliendo un papel estratégico de agitación, denunciando violaciones a los
derechos humanos, informando sobre lo que estaba sucediendo en el país en
momentos en que había censura de prensa y actuando como elemento cohesionador
entre el Frente y la población civil. También en la clandestinidad, desde Costa Rica, Radio Sandino apoyó
la insurrección del Frente Sandinista de Liberación Nacional contra el régimen
de Somoza en Nicaragua.
En Perú, los medios
alternativos hicieron visible la masacre que en junio del 2009 el Gobierno de Allan
García cometía contra las comunidades indígenas que protestaban en defensa de
la Amazonía y contra las medidas privatizadoras que este pensaba implementar.
Más recientemente en Honduras, durante el Golpe de Estado a Manuel Zelaya, aún
cuando hayan vencido los intereses foráneos y la fuerza de los militares de
derecha, los medios alternativos se encargaron de informar a los ciudadanos
sobre lo que estaba ocurriendo en el país y de mantener encendida la llama de
la resistencia.
En Venezuela, ante
la manipulación ejercida por los mercaderes de la información durante el golpe
de Estado mediático del año 2002, se cayó en cuenta de lo imperante que
resultaba el fortalecimiento de medios de comunicación alternativos, que hablen
al pueblo con la verdad y no busquen invisibilizar la evolución de los
distintos procesos que atraviesa nuestra sociedad actual, ni que funjan como
bases para el sostén de un modelo económico que está dando muestras de
resquebrajamiento a nivel mundial.
En Chile, gracias a
las ventajas que ofrece hoy la tecnología, se ha podido conocer la severa
represión de la que han sido víctimas los estudiantes que se han atrevido a
alzar sus voces para exigir la mejora de sus condiciones, en defensa de la
gratuidad y el libre acceso de las mayorías a una educación de calidad. En la
indignada Europa y los Estados Unidos, desde donde están siempre prestos a
señalar de manera inquisidora a quienes consideren que trasgreden las
libertades de expresión e información, se han visto comprometidos por la difusión
de fotografías y videos que ponen en evidencia la brutal manera como han
arremetido sus cuerpos de seguridad, contra los miles de manifestantes que,
pacíficamente, reclaman por sus garantías sociales y derechos conquistados, que
hoy se ven amenazados.